Todo comienza en el año de 1994, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó que el día 17 de junio de cada año, se conmemore el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, coincidiendo con la organización de la Convención sobre este tema, cuyo punto importante que permitió la decisión de esta iniciativa es la urgencia de tratar este tema ambiental que involucra a las esferas del desarrollo humano y a la interacción intergubernamental.
La desertificación implica la degradación de la tierra firme, donde el 70% de la tierra firme del mundo, cerca de 3,600 hectáreas, está en proceso de degradación (sin incluir a los desiertos hiper-áridos).
Esta degradación involucra la pérdida de la diversidad biológica, la productividad económica y de las tierras de cultivo, pastizales y bosques, la cual se debe principalmente a las variaciones en los climas, los sobre cultivos, la sobrexplotación de la pastura, la deforestación y la prácticas inapropiadas de riego, a diferencia de la sequía que es un fenómeno natural ocasionado por la escaces de lluvia.
La Convención, para obtener mejores resultados, se divide en cuatro Programas Regionales de Acción diseñados para enfrentar las características específicas de cada región. Estos programas operarán con los gobiernos nacionales para permitir que las comunidades locales se involucren y se conviertan en los principales instrumentos de la implementación.
México ha jugado un papel importante en el desarrollo de la Convención. Fue uno de los primeros países en ratificar la Convención y fue anfitrión de la segunda conferencia regional sobre la implementación de la convención dentro del programa de acción para América Latina y el Caribe.
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